Por John Cabrera*
Los
campesinos del Catatumbo, desde el martes 18 de este mes, protestan en contra
de la dejación del Estado. Piden que el gobierno no erradique cultivos ilícitos
por erradicarlos, sino que lo haga garantizándole al campesino la subsistencia
por otros medios, y exigen, además, la constitución de las Zonas de Reserva
Campesina. Estas protestas, que tenían la pretensión de ser llevadas a cabo de
manera pacífica, se tornaron violentas. La respuesta del presidente Juan Manuel
Santos no fue otra que enviarles, a los trabajadores de la tierra desarmados,
al ESMAD y al Ejército Nacional para reprimirlos.
Los
medios comunicaron y comunican lo acontecido en el norte de Santander de una
manera mentirosa, imparcial, pero sobre todo, irresponsable. A través de sus
noticias no hacen más que reproducir el discurso que ha emitido el gobierno,
que criminaliza la protesta sosteniendo que esta está infiltrada por la
insurgencia, una forma inteligente de deslegitimarla y justificar la brutal
represión.
Los
únicos retazos de lo que verdaderamente ha sucedido en la región llegan a
través de internet. La única forma de enterarse de lo que realmente ocurre es por
medio de los videos que han realizado personas que hacen presencia en la zona y
que los suben a la red para facilitarle la información a los internautas. Todos estos documentos audiovisuales[1]
lo que han evidenciado es que el terrorismo de Estado no es algo del pasado.
No. Este año el gobierno de Santos se ha caracterizado por su no muy pacífico
método para proceder en cuanto a negociación con los movimientos sociales se
refiere. El paro cafetero se levantó dejando un saldo de 4 muertos, el mismo
número de campesinos que ha asesinado hasta ahora la fuerza pública en el
Catatumbo.
Hoy
en la Universidad Nacional se convocó al estudiantado a una jornada de
solidaridad para con los labriegos rebeldes, que han soportado gases, bolillo y
hasta balas de M-60. El encuentro estaba programado a las 5pm, justo después de
un acalorado debate acerca de la libertad de expresión en la UN. En la plaza
Ché, a esa hora, se aglomeraron los estudiantes que respaldan la consolidación
de las ZRC, encendieron sus antorchas, prepararon sus gargantas y marcharon
hacia la carrera 30 gritando arengas en favor de la lucha campesina.
Una
vez fuera de la universidad, en la calle, los jóvenes dieron inicio a lo que
usualmente se hace cuando se realiza un bloqueo: comunicarle a las personas que
van en los transmilenios, a las que van en sus vehículos y a los motociclistas
el porqué se toma la decisión de recurrir a esa vía de hecho y explicarles el
objetivo de obstruir el paso. Esto se realizó por un poco más de 20 minutos de
manera exitosa.
La
situación se empezó a poner tensa una vez llegaron los hombres del Escuadrón Móvil Antidisturbios y se ubicaron al lado
del banco popular que queda en la calle 45 con carrera 30. Los estudiantes
sabían que la situación se complicaría en cualquier momento, pero no cesaron de
obstaculizar la vía hasta que llegó una tanqueta. Entonces, empezaron a despejarla,
cuando de repente, tres cócteles molotov impactaron en el mencionado vehículo
del ESMAD y la multitud estalló en aplausos.
Los gritos en contra de la tanqueta y de los hombres del
Escuadrón, que subían por el puente peatonal y empezaban a apuntar sus armas en
contra de los estudiantes, se hicieron cada vez más fuertes y hostiles, hasta
que por fin se escuchó lo que se estaba esperando: el disparo de los gases para
dispersar y hacer replegar a los manifestantes.
Los jóvenes universitarios elevaron un clamor de solidaridad
para con el campesinado, violentamente reprimido en estos días, se
atrincheraron en la universidad y recurrieron a la capucha, al lanzamiento de
piedras, de papas bomba. Se dispusieron a enfrentar a las fuerzas policivas.
Este “tropel” no es nada más y nada menos que consecuencia de
la indignación que produce en el joven médico, politólogo, abogado, ingeniero,
etc., la falta de capacidad del Estado para comprometerse y escuchar las justas
reivindicaciones de aquellos que siembran día a día sus alimentos.
Dice Amira Hass, en un artículo titulado “La sintaxis interna del lanzamiento de piedras
palestino”, que “El lanzamiento de
piedras es el derecho básico y el deber de cualquier persona sometida por un
régimen extranjero. El lanzamiento de piedras es una metáfora de
resistencia.”. Pero creo que ésta es una limitada interpretación de lo que
significa arrojar una roca: El “tirar piedra” es un derecho básico, pero sobre
todo un deber de cualquier persona sometida a un régimen injusto, sea nacional
o extranjero. El “tirar piedra” es una metáfora de resistencia, pero es también
un momento en que quien la arroja asume un papel activo, es un momento en el
que quien la arroja se convierte en luchador.
Arrojar
rocas es un acto, según Hass, que resulta a menudo “del aburrimiento, hormonas
excesivas, imitación, bravatas y competencia.”, pero, desde mi perspectiva, es también una forma de decirle al Estado
“Estamos cansados de su mala gestión. Estamos cansados de que maten a quienes
deberían proteger. Nos hartamos de que pretendan que debemos obedecerles, cuando
sabemos bien que no nos obedecen.”
Hoy
no sólo hubo un tropel en la UN. Hoy, los estudiantes, a través de ese acto que
para algunos es inútil y no produce más que destrucción, abrazaron a los que
luchan por la vida, la dignidad y el territorio. Hoy, el estudiantado de la
nacho, le dejó claro al Estado cuál es su posición ante la represión con que
éste ha respondido a los campesinos. Hoy, los “unaleños” y las “unaleñas”, le
comunicaron al gobierno Santos que el estudiante siente lo que el campesinado
sufre, y que no está dispuesto a ser pasivo ante las injurias cometidas.
*Estudiante
de primer semestre de Ciencia Política.
Miembro del Observatorio de Derechos Humanos Iván David Ortíz
Miembro del Observatorio de Derechos Humanos Iván David Ortíz