La
mañana de 9 de junio de 1954, caían sobre el asfalto de la carrera séptima con
calle 13, los cuerpos de varios estudiantes universitarios que encabezaban la
protesta estudiantil que conmemoraba los 25 años de la muerte de Gonzalo Bravo, el estudiante que, en 1929, fue
baleado por oficiales de la guardia presidencial, cuando se dirigía al Café Capitolio
a cenar y en medio de una manifestación fuertemente reprimida por las
autoridades.
Como ya era tradición, el día
anterior las paredes de la Universidad Nacional se cubrían de cientos de carteles
que invitaban a la peregrinación nocturna para rendir tributo a la memoria de
Gonzalo Bravo. Se dirigían al Cementerio Central de Bogotá por la calle 26
cuando se encontraron un cordón de la policía militar que les impidió el paso. La
tensión no se hizo esperar y rápidamente sonaron los insultos de parte y parte,
los ánimos estaban caldeados. El asunto se resolvió con una carta de que venía
desde el presidencia de la República, en la que se daba autorización para la
entrada de los estudiantes al cementerio.
La multitudinaria manifestación se vio
ensombrecida por la muerte de otro estudiante de la Universidad Nacional ese
mismo día, se trataba Uriel Gutiérrez Restrepo, quien fuese asesinado al
interior del campus universitario por la policía militar, en un hecho atroz que
despertó la ira del estudiantado por la confusión de los hechos y la actitud de
la policía.
Su muerte fue el detonante del
descontento estudiantil que motivó la multitudinaria marcha del 9 de junio. La misma
donde doce personas murieron y cerca de cincuenta resultaron heridas.
La protesta se dirigía hacia el
palacio presidencial y a pesar de la ira estudiantil se marchaba de manera
pacífica, sin embargo esta rápidamente terminó en una vil masacre en pleno
centro de la ciudad de Bogotá. Cuando la marcha llegó a la carrera séptima con
calle 13, se encontró con un cordón de seguridad que les impidió el paso. Las arengas
y los insultos hicieron que los militares dispararan indiscriminadamente con ráfagas
de fusil creando caos y confusión entre los manifestantes.
De inmediato se esparció la noticia
en varias zonas del país y los estudiantes de distintas universidades se
solidarizaron con el hecho. En Cali, Medellín y Barranquilla los estudiantes
suspendieron las clases, y el 10 de junio convocaron a marchar por sus ciudades
para mostrar su repudió al hecho, logrando una gran asistencia y apoyo de
diversos sectores de la población.
Del mismo modo, el rector de la
Universidad Nacional Julio Carrizosa Valenzuela decidió renunciar a su cargo argumentando
que los oficiales de policía hicieron caso omiso a su solicitud de retirarse de
los alrededores de la universidad.
Desde ese fatídico día los
estudiantes han conmemorado la fecha como “día del estudiante caído” y fue el
paso clave para el despertar del movimiento estudiantil que ha encabezado
momentos históricos de la protesta social en Colombia.
A 61 años de la masacre, los
estudiantes rendimos un sentido homenaje a nuestros compañeros asesinados no
solo en esa fecha, sino también a todos aquellos que han perdido su vida, en la
lucha por construir un país mejor.
Nuestro paso por la universidad nos
invita también a reflexionar sobre los grandes acontecimientos que han tenido
lugar el interior del campus, nos negamos a olvidar la enorme tragedia de la
fue víctima el movimiento estudiantil y exhortamos la necesidad de recordar y
guardar en nuestra memoria uno de los acontecimientos que sin duda marcará la
historia de la universidad pública colombiana.
Hoy rendimos un gran homenaje al
estudiante caído y revolucionario, a su compromiso con el país, a su sangre
derramada y sus sueños interrumpidos. Es un homenaje también para las víctimas
de la masacre del 16 de Mayo de 1984, para los compañeros que en los últimos años
también perdieron su vida en las marchas y protestas que han sido fuertemente
reprimidas por el Estado colombiano. Conmemoramos la ardua lucha del movimiento
estudiantil colombiano y nos negamos a olvidar el compromiso que tenemos por
mejorar las condiciones de las universidades públicas y la educación superior en
Colombia.
“Prohibido olvidar”
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